Con recatado rubor miro tu cuerpo,
la obra de arte más perfecta contemplada,
es el tuyo excepcional desnudo,
que cautiva mi alma apasionada.
La túnica ornamental de tus cabellos;
el fuego que desprende tu mirada,
la frágil figura de tu cuello
de noble y fina porcelana;
las lineas suaves, casi tenues, de tu vientre,
las curvas sensuales de tus senos,
o el plúmeo vello de tu pubis;
cálido regazo de mis sueños.
Los labios tentadores de tu boca,
piden con pasión un beso,
y la salvaje desnudez de tu hermosura,
torna lo romántico en deseo.
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