cuyas palabras no oyen mis oídos,
las percibe solo la conciencia, cuyos ecos van directos
al corazón y transcienden a los confines infinitos de mi alma.
De vez en cuando, presiento que un hermano se ha caído,
que la lluvia en gotas de nieve que hiere mi rostro endurecido,
son sus lágrimas que de dolor e impotencia me las arroja a la cara acusando mi egoísmo.
De vez en cuando, hago examen de conciencia y comprendo
que no he cumplido,
el mandato universal que nos obliga a ser solidarios y justos.
De vez en cuando, me doy cuenta de la miseria humana en qué he caído,
elevo entonces a los cielos una plegaria de dolor arrepentido,
mas las tentaciones mundanas me seducen y retorno a la ciénaga de nuevo sin remedio.
De vez en cuando, recuerdo que hay hermanos que reclaman en el desierto de la vida un respeto,
y que reivindican los derechos que yo les niego.
De vez en cuando, miro hacia atrás y veo que otro más débil que yo también camina semidesnudo, en pos de mi propia sombra en demanda de un respiro.
De vez en cuando, recuerdo a esos niños famélicos del tercer mundo,
que por inanición mueren miríadas cada día, siento entonces un agudo dolor que me acusa de cobarde, porque no condeno esta injusticia intolerable, de vez en cuando.
Y solo lo recuerdo con vergüenza y gran tristeza, de vez en cuando.
Autor:
Antonio Gutiérrez Benítez
Derechos
reservados
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