La niña desde el brocal,
atenta el agua miraba,
y el agua fiel cristal,
su bello rostro guardaba.
Perdida en mil amores
de fantasias, soñaba;
y las musas del Olimpo,
a la niña enamoraban.
Los nenúfares sentian
celos de su mirada,
y por no romper el hechizo,
quieta seguía el agua.
Dos querubines descienden,
envueltos en tenue gasa,
y en sus sienes le han ceñido,
corona de oro y plata.
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