Dios presente poderoso y vivo
en el templo del Sagrario,
cada vez que te recibo y te miro
siento el dolor de tu calvario
y siento mi garganta traspasada,
por un dolor agudo, acerado;
y en mi pecho la mortal lanzada,
que me acusa implacable mi pecado,
y siento de los clavos las herídas.
Y siento, y veo; en mí un milagro.
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