E N F E R M E R A.
La mano bienhechora en la herída
que pones tú, celosa enfermera,
es el bálsamo que calma mis dolores,
y es la luz que ilumina mis tinieblas.
Es el vínculo de fe que me sostiene,
unido por su gracia a la vida,
y es el mundo que me queda
en el lecho de dolor como salida.
¡Misioneras que calmais mi dolor,
con amor y ternura infiníta!
Teneis henchido, rebosante el corazón,
de la Paz que mi alma necesita.
¡Angeles sutíles en la noche,
que velais mi descanso presurosas!
Llevais la esperanza en la sonrisa,
y en las manos, la ayúda generosa.
Homenaje a todas las enfermeras del mundo,
por su silenciosa y abnegada labor nunca bien
retribuida, por más que el dinero se lo propon-
ga. Y sólo la gratitud y el reconocimiento, pue-
de valorar su trabajo. GRACIAS.
Antonio Gutiérrez
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