Este blog tiene por objeto ofrecer a todas aquellas personas que se sientan atraídas por la literatura, y especialmente por la poesía, mi más sincera acogida, amistad y colaboración en el mundo de la solidaridad humana.

jueves, 19 de junio de 2014


 

 

 

EL ANCIANO  (cuento II)

 

Siendo yo un rapaz, con cortas entendederas y poco afecto a los libros y menos a los estudios, en la pequeña aldea donde me crié con grandes precariedades y estrecheces, vivía un anciano, hombre sencillo y a penas visible por su gran modestia y humilde porte, aún cuando se daba en él una cierta contradicción, ya que su aspecto físico era casi venerable; larga barba blanca impoluta y aseada, pulcro, enjuto y rostro de edad indefinida, ojos soñadores que algún día debieron ser luminosos y bellos, de mirada profunda e irresistible, parco en palabras y abundante en largas pausas que muchas veces se convertían en prolongados silencios, cuyos pensamientos nadie podía adivinar ni saber en qué mundos se concentraba.

Entonces era yo lo que se conocía con el nombre de un holgazán, hoy a gente de mi clase se les llama de otra manera, - inadaptados - mas yo a pesar de la diferencia que existía tanto en edad como en virtudes, que se le atribuían al anciano, sentía hacia él una cierta admiración y respeto, aunque tampoco entendiera yo qué era eso. Lo cierto es que este hombre apacible, sereno y de refinados modales, me trataba de forma distinta a las demás personas de la aldea. Cuando estaba con él yo dejaba de pensar en fechorías y travesuras a que me impulsaba mi holgazanería y modo de vida desordenada y anárquica. Su sola presencia me hacía sentir más seguro, tranquilo y confiado. En realidad aquel hombre era para mí algo fuera de lo corriente en mi entorno.

Poco a poco se fue generando entre nosotros una mutua complicidad y yo cada día me encontraba mejor en su compañía. Siempre era él el que hablaba, porque yo ni sabía qué decir ni mi confianza era tanta como para iniciar ningún tipo de conversación. Un día me dijo; “¿Qué estudias? No llevas nunca libros ni se te ven trazas de estudiante”. Ante tan inesperada pregunta yo me quedé en blanco, sin respuesta posible que darle, como titubeara un poco, me dijo con una dulzura y un tacto exquisito, “es decir, que no entra en tus planes de vida cursar ninguna clase de estudios, ¿Verdad?” Sí, así es, le contesté. Mientras, él me miraba atentamente como hacía siempre con todas las cosas, ya que parecía que más que mirar observaba minuciosamente cada detalle de las personas o los objetos que tenía enfrente como si quisiera adivinar los pensamientos de quien hablaba con él o evaluar las formas, los colores y el tamaño de las cosas. Bien, me dijo, desde ahora mismo tú y yo, vamos a hacer un pacto entre caballeros. Como quiera que yo no estoy ya todo lo ágil que debiera, te voy a dar un trabajo y una ocupación que te llevará todo el día en faena, a cambio te daré la comida, los cuidados médicos, así como las medicinas que necesites para tu recuperación cuando caigas enfermo, un salario equivalente a tu trabajo que te pagaré todos los días últimos de cada mes vencido ya y trabajado. Tendrás 48 horas semanales de descanso y 45 días de vacaciones pagadas, una vez al año. Tú tienes la obligación de cumplir con fidelidad, celo y diligencia las labores que te encomiende yo, consistentes en cuidar un pequeño huerto. No necesitas estudiar, pero si le pones empeño y voluntad puede que aprendas lo suficiente para ser Persona. Y yo pensaba, “¡para ser persona! ¿Qué soy entonces yo?”

Si estás de acuerdo, dices sí y con eso tengo bastante. Desde ahora mismo puedes empezar, no sin antes, recibir unas instrucciones muy breves que te harán más fácil tus labores. En primer lugar yo seré tu referente, es decir, tú harás todo lo que veas que hago yo, puedes tratarme de tú o de usted, como tú creas mejor, ahora bien, como tienes que hacer todo como yo lo haga o diga, dentro del respeto de tu libre voluntad, tienes que hacerlo con lealtad, siempre huyendo de la mentira, la insidia y la infidelidad, con la mayor honestidad, respeto y confianza, buenos modos, de forma afable sin salida de tono en la voz y con la exquisita sensibilidad de no ofenderme en ningún momento ni causarme ningún daño o perjuicio, pues yo tampoco te lo causaré a ti. Para que lo entiendas bien, te recomiendo que antes de actuar en todos los órdenes de la vida o de pronunciar palabra alguna, te hagas la siguiente pregunta que no podrás olvidar nunca y que será la regla de oro que utilizarás en todo momento y circunstancias. Es ésta: ¿cómo quiero yo ser tratado? Y enseguida tendrás la respuesta. Es decir, no hagas ni digas a otro lo que no quieres que te hagan o te digan a ti. Si esto lo practicas durante toda tu vida, y lo aplicas en todas las personas, circunstancias y cosas, conseguirás ser persona. ¿Has comprendido bien lo que te he querido decir? Cuando digo que yo seré tu referente, quiero decirte exactamente, que siempre actuarás de modo, forma y manera que lo haga yo,como guía y ejemplo de aprendizaje,  sin que prevalezca mi voluntad sobre tu libre albedrio, ya que nuestra relación  se basa sobre el respeto mutuo. Así irás adquiriendo escuela que te llevará al amor a los libros, al estudio y el conocimiento, abriéndote entonces a la formación y modelación de tu espíritu, ensanchando el horizonte de tus inquietudes y aspiraciones como persona. No te prometo que vayas a alcanzar la felicidad plena, porque ésta no existe. Basta que alcances la difícil cumbre de tu propio conocimiento, es decir, de ti mismo. Cuando hayas aprendido esto, estarás en posesión de la verdad de las cosas, no de la Verdad Completa, que esa, está repartida entre todas y cada una de las personas, pero eso lo comprenderás por ti solo, una vez te conozcas a ti mismo. Sabrás también que Todo lo que existe en la Creación entera, es Inteligencia, Amor y Conciencia, y que esa Trinidad, es el todo, es decir, el uno, que se rige, sustenta y gobierna así mismo. Y en esa inefabilidad Es todas las cosas, observa que he  dicho Es, no pronuncio para nada el verbo estar. El estar no existe, porque solo el Ser permanece y es eterno. En cambio el Estar muta, se transforma y varía. Y es ahí donde el hombre, como Ser eterno, no encuentra su camino, porque confunde su Destino último. Reconócete a ti mismo no parte del uno, sino el uno mismo. Y así todas las cosas, siendo siempre lo mismo: inteligencia, amor y conciencia. Esto es así en su totalidad desde el microcosmos hasta el infinito, no existiendo tampoco sitio o lugar, y por tanto; ni adentro  ni afuera, cerca o lejos, abajo o arriba, entrando ya en lo abstracto atemporal y eterno del alma, que es lo que en realidad somos todos en el Uno. Dios.

Como la Verdad Absoluta es exclusivo patrimonio del uno, dios, no te podrás nunca envanecer, vanagloriar o sentirte superior a los demás creyendo que lo sabes todo. Piensa: La verdadera virtud está en la Humildad sin ser débil, la  Cortesía sin ser cobarde y la Dignidad  sin ser arrogante. Recuerda también que la humildad te lleva a la Sabiduría, la cortesía te acerca al entendimiento con los demás y la dignidad es pareja de la honradez. Siempre estarás abierto al aprendizaje de las cosas, presto a rectificar y a aceptar tus propios errores, perdonando siempre y pidiendo  perdón con espíritu contrito, dando también siempre las gracias. El agradecimiento, es uno de los sentimientos más nobles y hermosos que podemos expresar los humanos, porque nos gratifica a nosotros mismos y hace gozar al alma sensaciones que transmitimos al otro que se siente reconocido y recompensado por aquello de lo que recibe las gracias.

Poco es lo que me queda que decirte, aún cuando te falta mucho por aprender.

En aquel mismo momento puse manos a la obra, y sin saber nada de lo que me había dicho y comprender menos aún, dediqué toda mi voluntad e interés en cumplir exactamente todo lo que me había explicado.

Fueron pasando los días, los meses y los años, y nuestras relaciones eran excelentes, respetuosas y exquisitas. Lo pactado se cumplía con exactitud y seriedad por ambas partes, creándose entre nosotros una suerte de simbiosis que nos permitía relacionarnos con afecto y cordialidad. Yo prosperaba en conocimientos y mi acervo cultural se acrecentaba casi espontáneamente, sin que apenas yo lo notara.

Así fue transcurriendo el tiempo, y una mañana cuando llegué al puesto de mi trabajo, lo encontré todo en silencio y ni señal del anciano. El mundo se me vino abajo, caí en una profunda tristeza y me parecía que la vida era un fraude, pues era injusto que las personas desaparecieran de nuestro lado de forma tan repentina dejándonos en la mayor desolación espiritual y anímica. Y para seguir viviendo tuve que hacer acopio de todos los conocimientos que él me había legado.

 

Así termina esta historia que el devenir natural de la vida nos impone y nos demuestra la débil línea que nos separa entre estar y no estar, al mismo tiempo que nos hace recapacitar lo frágil y  efímera que es nuestra existencia en este mundo. Y cuando menos lo esperamos se nos van las personas, que inexorablemente les seguimos sin apelación alguna.

 

Autor: Antonio Gutiérrez Benítez.

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