Meditando en tu sepulcro
se me obnubila el pensamiento.
Una losa, una inscripción ,
una fosa, un vacío, un silencio.
¡Dios mio! La muerte.
¡Qué misterio!.
Donde está tu sonrisa,
donde tu cálida mirada,
donde la turgencia de tus senos,
donde tus labios grana,
donde la luz de tus ojos bellos,
donde tu escultural figura,
donde tu piel de terciopelo.
¡Dios mio! La muerte.
¡Qué misterio!
Desolación y nada.
Sólo estás en mi recuerdo.
Un nudo en mi garganta,
un miedo paralizante,
una opresión en mi pecho,
un querer escaparme;
un terror, una duda, una esperanza.
Un imponente respeto.
¡Dios mio! La muerte.
¡Qué misterio!.
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